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El poder de las palabras

Por Cynthia Sánchez.



Nos dice Alex Grijelmo que “las palabras son los embriones de las ideas, el germen del pensamiento, la estructura de las razones”.


Cada una de ellas expresan algo más allá del significado común, arrastran historia, ideologías, cultura, sentimientos y pasiones. Las heredamos y con ellas una forma de ver y decir el mundo. Las palabras son intención, liberación o condena, alegría o desasosiego. Fuego.


Quienes ostentan el poder las usan para seducir, para controlar y dominar. El sistema nos va despojando también de las palabras, de aquellas que hacen eco de la libertad, que denuncian la injusticia; por ello nada es tan peligroso como las palabras que llaman a la reflexión de las condiciones de miseria e inequidad en las que se vive, las que cuestionan privilegios de unos cuantos contra las carencias de unos muchos.



Censurar la palabra, adaptarlas para darles otro sentido, defender a ultranza lo que siempre han significado, es también una forma de control, de poder, de invisibilizar. Lo que no se nombra no existe. Por ello cuesta tanto decir feminicidios, homofobia, discriminación, tortura, miseria...


Como lo apuntó el escritor Eduardo Galeano, ahora el capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado, al imperialismo se le llama globalización, a las víctimas del imperialismo se le llama países en vías de desarrollo, a los muertos del sistema, daños colaterales.


Pensemos también cómo cuesta aceptar que cuando decimos niños no estamos incluyendo a las niñas, que decir zorro no tiene la misma connotación que decir zorra, que decir marica no es un apelativo amistoso, que decir indio, negro, viejo, jodido... El lenguaje perpetúa el dominio sobre los otros y plantada como semilla desde la infancia, nos hace repetidores inconscientes de esa dominación.



Ilustración: Saida Granero Parra.

Escribió José Martí que libertad es poder pensar y hablar sin miedo ni hipocresía; y que quien oculta lo que piensa o no se atreve a decir lo que piensa no es una persona honrada. Por ello es necesario apropiarnos del lenguaje, rebelarse y visibilizarse a través de él; cómo pesa la feminización de las palabras y se hace chocante leer síndica, presidenta, fiscala; qué encono ocasiona la transgresión de la e en un elles, amigue, compañeres. Palabra es pensamiento y pensamiento es movimiento, acción.


La construcción de un mundo nuevo pasa necesariamente por el lenguaje, por la reconstrucción de las formas de expresar, que se traducen en el hacer. Nombremos para existir, nombremos para liberar, nombremos para florecer, nombremos para sanar. Rebelarse también es decir.




 




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