EL AMO Y EL ESCLAVO: UNA VISIÓN ACTUAL DE LA DIALÉCTICA HEGELIANA.
Por Genaro Jiménez Bravo.
Vivimos tiempos telúricos, diversas fuerzas están entrando en una lucha sin precedentes, los tiempos han cambiado y la configuración de una nueva conciencia comienza a aparecer, un viejo orden se encuentra en estado de agonía, pero con fuerza para repeler a una generación que amenaza con la espada de Damocles para disolverlo aunque la lucha no es fácil, pues no es una batalla de cuerpo a cuerpo sino de ideas a ideas, mundos se han ido y han dado nacimiento a otros y en medio de todo eso se da el espacio para de la confrontación de conciencias, unas nuevas que se han dado cuenta que han vivido bajo la amenaza de los amos en distintos ordenes: político, social, económico, cultural, religioso, todos los actores cuentan y dentro de esto esas instituciones muestran su propio ocaso ante una resistencia que poco a poco va mostrando va encontrando sus propias debilidades.
La filosofía hegeliana, al tratar la dialéctica, la presenta como el desarrollo del espíritu absoluto que se va desplegando en la historia hasta llegar a un estado de autoconciencia del mismo espíritu, esto se ve objetivado en todo producto del ser humano como el Estado, el derecho, el arte donde se hace de manifiesto este espíritu, pero cuando trata la dialéctica del amo y el esclavo, expresa las relaciones de sometimientos por parte del esclavo, esto fundamentado en dos, por un lado el amo que con el afán del reconocimiento somete al esclavo mientras que el esclavo más preocupado por morir que a obtener reconocimiento se somete, pero de acuerdo a Hegel, el esclavo es el que trabaja mientras que el amo vive en el ocio, por lo que el que produce toda la cultura es el esclavo y desde la transformación de la materia en productos de la cultura éste se siente libre. Independientemente de lo que aceptemos o no de Hegel, puesto que hay cosas que pueden estar sujetas a grandes cuestionamientos, se trata de hacer un ejercicio sobre esta dialéctica desde la trinchera global que nos toca vivir.
La historia sigue su proceso en el que diversos actores actúan sobre el mundo, en la medida en que la historia avanza se enfrentan los contrarios debido al estado de autoconciencia al que se llega, lo que provoca el surgimiento de nuevas debacles. La agenda de la problemática social ha llegado a movimientos globales que reclaman y exigen nuevas formas para la convivencia social, esto atraviesa fundamentalmente lo político, en donde muchos movimientos reclaman que se les reconozcan sus derechos, tales son los diversos movimientos feministas en donde se involucran derechos relacionados con la libertad a decidir sobre su propio cuerpo, equidad de género y en general una desmitificación de la mujer que ha estado anidada en las instituciones tradicionales, como la familia, la iglesia o el Estado; también se encuentran el movimiento LGTB, que luchan por el reconocimiento de sus derechos desde distintos órdenes, y no menos importante, están grupos en defensa del medio ambiente y de los recursos naturales.
Esto ha provocado distintas confrontaciones tanto de ideas como de atentados contra la vida, debido a las creencias enquistadas que no corresponden a una sociedad donde el respeto a la diversidad se ha convertido en un imperativo; por lo tanto, urge una renovación de las instituciones, no sólo en las actitudes sino de una revolución radical del pensamiento, que deseche el estado de creencias que han sido heredadas de siglos atrás por diversas narrativas, fundamentalmente religiosas y para ello, esto puede ser posible desde una educación que se centre en la emancipación de las ideas (creencias arraigadas) fundadas en una mitología religiosa que sigue teniendo fuerte presencia en grandes sectores de la sociedad. Es posible que el nuevo esclavo esté luchando por liberarse del yugo de los amos (ídolos para Nietzsche) de la modernidad que se resisten a morir, una modernidad que ya no solo está en sus viejas instituciones tradicionales, sino que se ha integrado a la vida cultural y estética del individuo contemporáneo, de tal manera que, como siempre se ha indicado, la mejor dominación es aquella no se ve, y sobre todo, aquella donde la esclavitud no se distingue en uno mismo.
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