¿Consumir me hace feliz? Apuntes breves sobre la realización humana.
- Por Fernando Flores
- 23 may 2018
- 3 Min. de lectura
En la vida diaria recibimos una infinidad de estímulos de mercado que nos incitan a comprar cosas, ideas y comportamientos, por ejemplo, léase los siguientes anuncios y su consecuente conclusión: “si compras esta crema rejuvenecedora te hará ver muy joven” ergo llegarás a ser muy feliz, “hacer uso de nuestros productos te harán verte único” verbigratia usar un Iphone 8, pero también “participar de determinadas ideologías te hará ver más cool” así que porque no te unes y participas de un movimiento “X”. he aquí la pregunta crítica que vale la pena anteponer para desmontar este consumo rapaz de ideas y cosas, será que ¿consumir nos hace feliz? ¿nos realizará de alguna manera?

Tras pasear por el mercado de Atenas, sin comprar nada, Sócrates solía decir: “Me encanta ver cuantas cosas no necesito para ser feliz”. Para Aristóteles la felicidad no está en lo efímero (las cosas y los placeres sensibles), sino en la vida honesta, conforme a la virtud, entendida esta como una vida equilibrada ubicada justo en el término medio entre el exceso y el defecto; por eso aconsejaba vivir y obrar bien para conseguir la eudaimonía (felicidad), lo que exigiría entonces llevar una vida austera, sensata y auto-regulada.
De tal manera que la felicidad no está en las cosas, aunque ciertamente para llegar a ella debemos cubrir ciertas necesidades, es parte del ser humano realizarse tanto en la producción de las cosas como en el consumo de cada una de ellas, hay un cierto círculo socio-cultural que se completa cuando adquirimos, compramos o pagamos lo que necesitamos y es bueno para cada uno de nosotros poder realizarse en ambos momentos, no obstante, siempre es necesario también cuestionarse sobre el trabajo, la producción y el consumo que ocurre de manera inercial, en esa dimensión en que somos simplemente máquinas de deseos y dispositivos de consumo.

El problema principal radica en que el modo de vida que vivimos actualmente es tan apresurado que difícilmente tenemos un momento de introspección o crítica, consumimos bienes, productos, servicios, ideas, imágenes, representaciones etc. A tal grado que desconocemos nuestras verdaderas necesidades y deseos, aquellos que la vida de cada cual solicita para su propia realización. Experimentamos, entonces, que siempre queda un remanente o algún vacío pendiente, pero no sabemos exactamente de qué o con qué cubrirlo. Así, lo que se quiere lograr a través de las compras y de los consumos superficiales es tratar de saldar esta deuda pendiente con uno mismo; cada que consumimos un artículo, un servicio o un conjunto de ideas frescas creemos ser felices en la medida en que nos brindan un confort, un estatus o un motivo artificial para sentirnos plenos.
El ser humano es mucho más que un consumidor o cliente del mercado, muchas veces se le quiere reducir a esto, pero cada hombre tiene la posibilidad de negarse al orden cotidiano del mundo, tiene la posibilidad de hacer efectivas todas sus elecciones y de realizar sus propios fines desde el establecimiento personal de sus medios. Juan Haro propone la fórmula ser-hacer-tener: “si primero te ocupas en ser diferente, en aprender, en pensar e innovar (ser), a continuación, tus acciones (hacer) serán distintas y, por tanto, los resultados (tener) serán también diferentes”.
El consumismo desmedido nos lleva a ser esclavos del mercado, nos convertimos en esos hombres de la caverna de la que hablaba Platón, donde solo vemos sombras y apariencias, dónde solo importa mirar lo que otros nos han puesto de frente, ciertamente ahí no podría haber realización ni mucho menos felicidad, lo que si existe en aquellos momentos es impropiedad y pérdida de tiempo, tiempo que a nuestro ser le hace falta para llegar a ser libre.
La felicidad podría no ser otra cosa más que la posibilidad de ser libre en nuestras decisiones, optando por todo aquello que contribuye a nuestra integridad y nos hace ser más de lo que ya somos, ese plus que hace falta para abandonar la medianía y empezar a apropiarnos de nuestras propias decisiones.
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