Alicia en el país de la metafísica
El gato Nietzschesire
Alicia se alimentó del hongo superfungi, recordando las vagas indicaciones que la oruga le prescribió mientras se alejaba, comió un poco del lado izquierdo y un poco del lado derecho, de tal manera que su pensamiento y su imaginación se encontraban en perfecta armonía, nada como un camino donde los pasos nunca pisan suelo firme ni se avanza hacia ninguna parte, todo pareciera suspenderse y elevarse, como si el cuerpo flotara en medio de nada, pero con aquella fuerza inerte de la que Newton hiciera poesía, tal vez gravedad o tal vez empuje, movimiento sin traslación, como el primer motor inmóvil de la mente de Aristóteles, moviendo sin ser movido pero, finalmente en dinamismo, causa prima y energía, potencia en acto de una materia informe. De esta manera Alicia adquirió una nueva disposición de asombro y de comprensión hacia las cosas, el corazón le palpitaba con tanta rapidez que, experimentaba en su interior una especie de júbilo temerario ante la expectativa de lo que pronto llegaría a conocer a través de este infinito lugar que parecía no tener límites, se había adentrado por tantos senderos y por tantos caminos que ya ni siquiera se preocupaba por elegir alguno, sino que simplemente los andaba, guiándose por intuición hacia nuevas aventuras.
Caminaba reflexionando sobre todos estos acontecimientos que de pronto le pareció haber visto una sonrisa pendiendo del aire en el costado del camino, sin embargo, apenas volteó a verificar si la sonrisa verdaderamente estaba allí cuando se dio cuenta de que nada había sobre el camino, le pareció algo extraño pero decidió seguir avanzando, se dijo a sí misma que quizá se trataba de su imaginación, una justificación muy recurrente cuando se intenta integrar una anomalía a nuestra percepción. Pero, vaya que eso no importaba de todas maneras puesto que en este lugar lo que piensas es inimaginable, y lo que imaginas es hasta cierto punto impensable. - ¡Genialógico! – expreso para sí misma.
Apenas recomenzó los pasos cuando, de frente al camino que andaba volvió a visualizar una vez más la sonrisa flotante, solo que ahora ornamentada con dos enormes ojos gatunos dormilantes y dormilones que le observaban fijamente.
- ¿Quién eres tú? – preguntaba Alicia a la pequeña aparición sonriente – mi nombre es Alicia, ¿y el tuyo? – agregó.
- Hola Alicia – exclamaron los ojos sonrientes – te pareces mucho a ese tal Arthur Superfungi, tiene la manía de preguntarte cada vez ¿Quién eres tú? – decía mientras su sonrisa y sus ojos comenzaban a integrarse a un cuerpo robusto de gato apareciente – como si alguien en verdad lo supiera. – finalizaba sonriendo mientras hacia gala de unos enormes bigotes.
- Lamento incomodarte minino sonriente, es solo que me ha sorprendido que puedas aparecer así tan de repente.
- Todos me conocen aquí como Nietzschesire “El gato”, me gusta aparecerme a la gente como tú, que tiene preguntas abismales y metafísicas, preguntas interesantes y no tan aburridas como la gente común. Quiero suponer que ya que estás aquí, el camino ya no importa, sino solo la aventura ¿no es verdad?
- Así es minino Nietzschesire ¿cómo lo has adivinado?.
- Solo basta con ver tu rostro para distinguir a una viajera satisfecha – expresaba el gato sonriente mientras giraba sobre el aire y ronroneaba en cada giro.
- Así es precioso minino, me la he pasado muy bien aquí, he visto muchas cosas sorprendentes que no había visto ni conocido antes, incluyéndome a mí como algo que no sabía que podría ser, digo hacer, o más bien ser y hacer, y... también no-ser – dijo Alicia seriamente mientras colocaba sus manos a la altura de su corazón y cavilaba profundamente sobre sus abstractos pensamientos.
- ¡Genialógico Alicia¡- Exclamó el gato sonriente mientras aparecía y desaparecía mostrándose muy contento por los grandes logros del pensamiento de Alicia - entonces eso quiere decir que ya estás lista para las tres transformaciones.
- ¿Las tres transformaciones? – repetía Alicia un poco confundida.
- Si, las tres transformaciones de tu espíritu, por eso has venido aquí estoy seguro.
- Oh no, no, solo he venido aquí por casualidad sabes, ha sido casi un error que yo me encuentre en este lugar, de hecho, tengo que entregar este reloj – explicaba Alicia mientras sacaba dicho objeto de su bolsillo.
- ¡El reloj de tiempo! – Exclamaba Nietzschire mientras se le abrían los ojos de par en par.
- Si, es el reloj de un conejo al que he perseguido desde hace ya… - explicaba Alicia dubitativamente – ahora que lo pienso, ya no sé cuánto tiempo he estado aquí.
- Claro Alicia, es que aquí el tiempo se ha vuelto loco, no ha pasado ni pasará, solo hay tiempo, pero no sabemos cuánto, y seguro a ti te ha temporizado.
- ¿Temporizado?
- Sí, temporizado. – decía Nietzschesire mientras jugueteaba insistentemente con su cola – eso pasa cuando el "ser" te elije para que portes su ¡reloj de tiempo! Y obtengas un superpoder.
- ¿Qué clase de superpoder podría adquirir tierno minino? – cuestionaba Alicia con cierta extrañeza.
- El poder de todos los poderes querida Alicia – expresaba mirándola fijamente – “La voluntad de poder”, que pronto hará que te conviertas en “Superhumana”.
- ¿superhumana? Y qué se supone qué es eso.
- Un Superhumano es aquél que, transformado espiritualmente, puede llegar a conservar sus fuerzas y a la vez aumentarlas, poder ser más que lo que ya es, instaurando nuevos valores y nuevas formas de hacer las cosas, un Superhumano es capaz de enfrentar el nihilismo, de luchar contra el ejército de la nada y reducir la decadencia de su época.
- Vaya lugar tan complejo que es estar aquí, pensamientos, poderes, transformaciones, todo lo que sé del mundo de allá arriba en verdad nada sirve; el tiempo, el espacio, la razón, la educación, tal parece que nada importa aquí.
- No es que no importe – ronroneo el gato mientras giraba alrededor de Alicia – es que aquí no hace falta Alicia, solo basta una sola cosa.
- Y ¿qué es esa cosa?
- Ser y nada, más.
- ¿Cómo que ser y nada, más? ¿ser qué? – insistía Alicia.
- Nada en realidad, solo ser y ya.
- ¿Pero ser qué?
- Ser lo que quieras ser, solo eso.
- Y ¿Qué se supone que debo ser?
- Por eso estás aquí, para preguntar por el ser – expresaba con gran ahínco el gato Nietzschesire mientras se acomodaba los enormes bigotes.
- Y ¿qué es el ser?
- Ah ah… – Exclamaba Nietzschesire mientras meneaba la cabeza en forma negativa – así no se pregunta por el ser.
- ¿Entonces cómo?
- Primero deberás transformarte en algo más que tú.
- ¿cómo en qué?
- Cómo en ti misma pero más allá de lo que crees que eres.
- O sea, en otra que no soy yo.
- No, en otra, pero que sí eres tú.
- No entiendo absolutamente nada.
- Pues comencemos por el principio, primero debe ser capaz de comprender que lo que ya sabes no es realmente verdadero, sino que hay una mentira detrás de la verdad que te han contado acerca del mundo y de todo lo que es, incluyéndote a ti.
- ¿Como lo que me dijo Arthur la oruga acerca de que vivo en una ilusión?
- Algo así querida Alicia, lo primero que tienes que hacer es borrar todas esas ideas previas acerca de ti misma y de la realidad, todo lo que ha sido para ti un saber y un deber habrás de ponerlo en cuestión, no cargarlo más en tu mente y en tu corazón, sino criticarlo, atreverte a pensar por ti misma e imaginar por ti misma, soltar la carga pesada de los pensamientos que el mundo ha puesto en ti para encadenarte y someter a tu voluntad.
- ¡Oh vaya! – exclamaba Alicia – que difícil será eso, y ¿cómo se supone que lo lograré?
- Con mucha voluntad de tu pensamiento y de tu imaginación Alicia, deberás prepararte desde ahora para enfrentar en algún momento de este no-tiempo al gran dragón del “tu debes”.
- ¿el gran dragón? ¿hay aquí dragones? – preguntaba Alicia sorprendida.
- Aquí hay de todo Alicia, hasta la nada que nada es, también la puedes experimentar aquí.
- Y quién me enseñará a pelear contra ese dragón, debo aprender rápido por si se aparece en cualquier instante.
- El dragón está en ti misma dulce Alicia – decía sonriendo ampliamente Nietzschesire ante lo testarudo de la pregunta. – no necesitas luchar contra nadie más que contigo misma, eres tú quien debe ser superada con tu pensar más propio, no dejar que el eterno retorno de lo semejante te convierta en una realidad fija y sin vida.
- ¿El eterno retorno? – volvía a preguntar Alicia con unos ojos de confusión más grandes – suena como a toda una vida que se repite por siempre.
- Por eso no debes dejarte vencer por ese poder retornante Alicia, sino ser libre para abandonar lo eterno y lo inmóvil, ser cada vez más y en cada instante diferente, convertirte en un constante devenir de tu propia diferencia, ser artista de tu propio destino en cada instante.
- ¿Cómo ser cada día diferente?
- Más que eso, como ser cada diferencia en todos los días por-venir, multiplicarte, ser creadora en cada día de tu Alicia más auténtica.
- ¿y cómo lograré eso minino Nietzschesire? Suena muy complejo e imposible para mí pero quiero ser capaz de lograrlo.
- Por eso deberás visitar a los grandes maestros del destino para que te ayuden a encontrar la disciplina del pensar – expresaba Nietzschesire mientras se abrían detras suyo dos caminos, uno hacia a la derecha y el otro hacia la izquierda – para que te enseñen a cambiar el destino con la fuerza de la “voluntad de poder”. Por eso aquí hay dos nuevos senderos para ti, el camino derecho te llevará directo hacia la casa del sombrerero alemán, mientras que el camino izquierdo te llevará a la casa de la Libere de Sartre, cualquiera de los dos caminos que elijas te apuesto a que te encontrarás con gente muy loca.
- ¡Oh no! – expresaba Alicia – lo que pasa es que no me gusta tratar con gente loca.
- Eso será inevitable Alicia, en este lugar todos estamos locos, yo estoy loco, tú estás loca y todos estamos locos, sino ni siquiera estuviéramos aquí preguntando por el ser y por lo que significa el devenir. – Decía el gato Nietzchesire mientras comenzaba a desaparecer.
- Pero antes de que te vayas dime cómo volver a encontrarte minino Nietzschesire.
- Yo te encontraré a ti mi querida Alicia, con mi águila y mi serpiente yo habré de encontrarte una vez más – decía el gato mientras que en un instante se desvanecía por completo.
- Que cosas tan raras dice ese minino – se decía para sí misma Alicia - ¿y sí de verdad estoy loca?.

