El bosque de los hongos

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Alicia decidió continuar con el camino para encontrar lo más pronto posible al dueño del reloj de tiempo que llevaba en su bolsillo, pues seguramente – pensaba Alicia para sus adentros – ha de estar ya más retrasado de lo que se le ve siempre, sería bueno devolverle sin demoras su reloj personal, tal vez y así ya no se le note tan angustiado.

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Vuelta sobre el camino y con un ritmo de paso más acelerado que con el que comenzó, Alicia llegó a un bosque muy colorido de hongos y setas que con el más mínimo empujón respingaban a modo de divertidos saltos y movimientos de resorte que dejaban manifestar la flexibilidad de sus rebosantes tallos y la excentricidad de sus redondos sombreros. Mientras seguía paso a paso abriéndose camino entre los hongos pronto llegó a encontrase inmersa en una nube de humo que dejaba rastrear su procedencia, ya que entre más espesa era la niebla, más cercana parecía la fuente. En un instante cuando el bosque de hongos parecía finalizar, realmente comenzaba a abrirse en un espacio libre a modo de circunferencia que contaba con un centro en que había un hongo enorme muy especial, desde el cual se dejaba observar una oruga sentada justo en el centro del sombrero de aquél gran hongo, desde el que precisamente se emanaba la gran niebla. Alicia decidió entonces…

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