Alicia en el país de la metafísica
Arthur Superfungi: los consejos de una oruga.
- ¡Disculpe! – gritaba Alicia hacia el techo del gran hongo cuando estuvo muy cerca de él- ¡Oiga! – volvió a gritar.
- ¿Quién eres tú? – preguntó la voz procedente del rostro de la oruga que lentamente se dejó asomar de entre la gran nube de humo formada por su enorme pipa.
- Disculpe, buen día. - Decía Alicia dudando acerca de si en realidad era día, tarde o noche - Verá, en el estado en el que me encuentro en este momento su pregunta es muy difícil de contestar, para este instante ya no sé ni quien soy ni que hago aquí, pero ¿sería usted tan amable de decirme si ha visto pasar por aquí a un conejo blanco que siempre camina muy a prisa y suele ir refunfuñando que se le hace tarde?
- Yo no sé nada – contestó la oruga con cierta indiferencia.
- ah muy bien, solo quisiera saber sí ¿lo ha visto pasar de casualidad? O sí ¿usted lo conoce?.
- Yo no sé nada ¿Quién eres tú? – replicó la oruga mientras soltaba una buena bocanada de humo que fue a parar a las narices de la pequeña Alicia.
- Sabe, no debería de fumar tanto, pues le hará mucho daño algún día – dijo Alicia mientras tosía ligeramente.
- Y tu ¿qué sabes? Niñita tonta, si ni siquiera sabes quién eres tú.
- Si sé quien soy, pero tengo algunas dudas acerca de mi a partir de todo lo que me ha ocurrido últimamente en este lugar – le respondió Alicia esta vez con un ligero atisbo de molestia.
- Puedes marcharte ya – espetó la oruga sin molestarse en cavilar lo último que le había mencionado Alicia.
- ¡¡Aich!! – exclamó Alicia – me voy de aquí porque en verdad que usted no sabe nada – dijo y emprendió rapidamente el paso.
- Yo solo sé que el conejo es del “ser” – exclamó entre bocanadas mientras Alicia se detenía en seco.
- Entonces ¿si conoce al conejo del “ser”?.
- No sé si lo conozco, pero si lo he pensado alguna vez igual que tú – dijo la oruga y agregó en el instante - ¿Quién eres tú?
- ¡Rayos señor! – grito Alicia mientras regresaba un poco más sus pasos hacia el hongo – ya le he dicho que no sé quien soy por ahora, pero si tanto le interesa la pregunta por quién soy, por qué no mejor inicia usted diciéndome quién es, y así creo, que eso sería más amable de su parte.
- Mi nombre es Arthur Superfungi, pero no me interesa ser amable con las personas, yo solo sé ser lo que soy, y solo sé que no soy la amabilidad misma.
- Cierto, señor Superfungi, pero la amabilidad no es alguien sino algo que se adquiere y que usted debería de tener.
- ¿y qué sabes tú acerca de eso? – dijo con un tono burlón la oruga mientras volvía a darle un buen jalón a su pipa.
- Yo solo sé todo lo que en el mundo se nos enseña, por eso voy a la escuela, para aprender y ser educada.
- Más bien por eso es que realmente no sabes nada – expresó la oruga con gran franqueza y continuó – el mundo no es otra cosa más que una representación ficticia de lo real, el mundo real y concreto no tiene reglas ni tiene lógica niñita educada, no es ordenado ni racional, sino todo lo contrario, es todo lo que tu no sabes por haber ido a la escuela, te han dañado de sobremanera el cerebro y por eso siempre llevas puesto ese horrible uniforme de Maya.
- ¿Cuál uniforme de Maya? ¿Quién es maya? – preguntaba Alicia muy confundida - usted no conoce nada de donde yo vengo.
- Apuesto a que ni siquiera te has dado cuenta de que todavía traes puesto ese uniforme de Maya, el uniforme que tu mundo todo hueco te ha hecho vestir una y otra vez sembrándote ilusiones y deseos, expectativas de un mundo que no es real sino solamente apariencia, eterna ficción y doble mentira.
- ¿Cuál uniforme? – Exclamaba Alicia revisándose a sí misma para asegurarse de que llevaba su vestido y no uniforme escolar.
- El uniforme que tu no ves pero que esta ahí, – señalaba la oruga con su pipa en dirección a su cerebro – un velo que recubre tus pensamientos para hacerte creer que lo que te enseñan en el mundo es todo lo que debes saber, no eres más que una extensión de esa representación mundana, una esclava a decir de Platón.
- ah que bien ¿y qué más debo de saber según usted para dejar de ser esclava? – expresaba Alicia cruzándose de brazos.
- Deberías de saber una sola cosa en realidad – jalón de pipa – que no sabes nada en absoluto, pero veo que no eres capaz de pensar por ti misma, sino que más bien piensan por ti, o que en todo caso tus pensamientos son tan ajenos a ti y tan artificiales, que realmente no piensas sino que solamente haces que piensas como una máquina deseante.
- Claro que sé pensar – grito finalmente Alicia muy molesta soltando los brazos y apretando fuertemente los puños - yo sé que soy Alicia y sé pensar por mí misma a que vine a este lugar; vine a dejar este reloj de tiempo para devolvérselo al conejo del “ser”, se muy bien quién soy y a donde voy, no necesito de su ayuda.
- Entonces porque me has venido a interrogar si sabes por donde ir y qué hacer, tal parece que no sabes nada.
- Ni usted tampoco sabe nada engreído mal educado – expreso Alicia dándose la media vuelta y alejándose rápidamente del hongo donde la oruga seguía fumando.
- Te lo he dicho desde que llegaste niña necia, que yo sólo sé que no sé nada, pero aun así me has seguido interrogando una y otra vez – le grito la oruga a la distancia – solo alguien podría decirte a dónde ir si es que te atreves a preguntarle.
Alicia se detuvo nuevamente a unos cuantos metros mientras volvía el rostro para con la oruga:
- ¿Entonces finalmente si sabe algo no? – preguntó con ironía.
- Solo sé que no sé nada de lo que tú buscas, pero si sé a quién se lo puedes preguntar.
- y ¿a quién puedo entonces preguntarle? dígame.
- Tendrás que comer de mi gran hongo para que sepas la respuesta – dijo la oruga mientras descendía desde el sombrero del hongo hacia el suelo.
- Y qué se supone que me hará el comer de su queridísimo hongo ¿hacerme más grande, más pequeña? ¡eh! – cuestionaba Alicia con una mirada cargada de sarcasmo.
- Nada de eso pequeña niña esclava, si comes del lado correcto te ayudará a pensar mejor para encontrar a ya sabes quién, y si es posible para que llegues a ser libre.
- Ah bien, dígame entonces ¿a quién se supone que tengo que encontrar? - preguntaba Alicia con voz firme.
- Yo no sé nada ya te lo he dicho, pero no saber te ayuda a querer saberlo algo. Recuérdalo muy bien.
- Entonces ¿Cómo sabré a quien debo buscar? O ¿a dónde ir? Si usted insiste en no saber nada.
- El lado izquierdo te hará pensar, pero el lado derecho te dará imaginación – dijo finalmente la oruga mientras se alejaba entre las robustas setas del lugar.
- Oiga, pero para qué quiero pensar e imaginar si lo que quiero es saber a dónde ir para encontrar al conejo – le decía Alicia casi a gritos a Superfungi mientras este se alejaba.
- No necesitas buscar lo que ya has encontrado, pensamiento e imaginación bastan para saber lo que no sabes. Lado izquierdo y lado derecho, a dónde ir y a donde estar todo es cuestión de tiempo… - exclamaba al alejarse la oruga Superfungi.
