Alicia en el país de la metafísica
Comer panecillo.
Enseguida que Alicia le dio un buen mordisco al panecillo empezó a notar como crecía súbitamente hasta llegar al techo, y observó como sus pies se alejaban rápidamente de sus ojos, pronto estaba tan desesperada que se le llenaron los ojos de lágrimas y empezó a llorar con tanto ahínco que sus pequeñas lagrimas, comparadas con el tamaño relativo del lugar, generaron un enorme charco de agua que poco a poco inundaban la habitación, en breve y mientras se recriminaba el haber llorado tanto, logro escuchar unas pequeñas pisadas que se acentuaron conforme los pasos se acercaban al gran charco producido por su llanto, al mirar en la dirección correcta observó que se trataba nuevamente del conejo que venía refunfuñando mientras contemplaba entre sus manos su reloj de bolsillo – otra vez tarde y yo con el tiempo que no me lo puedo quitar de encima – esgrimía coléricamente el conejo del "ser".
- Señor conejo – exclamo de manera espontánea Alicia y esto bastó para que el conejo blanco saliera huyendo de por donde vino, no sin antes soltar de entre sus manos el reloj de bolsillo que traía consigo.
Alicia quedó estupefacta al ver la reacción huidiza del conejo y no le quedo más que rastrear el reloj que ahora yacía flotando en aquel gran charco de lagrimas, lo recogió, lo miró y se preguntó: ¿Qué hará un conejo del “ser” con un reloj de tiempo? – Así se lo preguntó Alicia aunque pudiera sonar a una tautología, ¿un reloj de tiempo? vaya absurda idea, no obstante, en un lugar como este poco importaba.
- ¿por qué siempre andará tan apresurado ese ser-conejo? – se cuestionaba Alicia. Empezó a examinar de manera minuciosa el reloj y le movió con demasiada curiosidad sus diminutas manecillas, con ello logró observar que al adelantar el tiempo en el reloj provocaba que el charco se secara como por arte de magia, y a la inversa, al regresar las manecillas del reloj, el charco comenzaba a aparecer de acuerdo con el ritmo del llanto emitido hace menos de una hora por ella misma. No tardó mucho en intuir que si retrasaba el reloj hasta el momento en que estaba parada frente a la mesa con el frasco y la llave podría volver a empezar y así lo hizo, retraso más de una hora el ser de las cosas y se detuvo cuando vio que la visión regresiva de cada una de ellas llegaba al punto de conjuntar nuevamente la llave y el frasco.